miércoles, 6 de julio de 2011

Quizá era más feliz entonces.

Cuando recuerdas que años atrás, con unas Barbies tú eras la niña más feliz del mundo. Que podías estar horas y horas inventandote una historia, improvisada sobre la vida de tu muñeca. Que siempre era la misma historia. Cambiaban los personajes, y las cosas que pasaban, pero el final siempre era el mismo. Al final, por muy mal que tuviese Barbie la vida, venía un príncipe a hacerla feliz. Y acababas diciendo "Y vivieron felices y comieron perdices". Y dejabas a la Barbie con la vida resuelta, siendo feliz para siempre hasta el día siguiente, en el cual te inventabas una historia nueva. Pero siempre con el mismo final. Y después estabas un montón de tiempo pensando en cuando tu fueras mayor, en tu príncipe. Y deseas que sea como el que tú has inventado, como el de tu historia. Y piensas que ya llegará, que aún falta mucho. Y sueñas despierta imaginándote su pelo que para tí siempre será el más sexy, sus ojos brillantes, su sonrisa cautivadora, su nombre precioso, su voz que te haga volverte loca, la forma en que os conoceréis, el vestido de princesa que llevarás el día de tu boda e, incluso el nombre de vuestros hijos.

Y creces, te haces mayor y ya no juegas con tus Barbies, pero sigues esperando a tu príncipe. Sigues esperando a alguien que, probablemente nunca llegará

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