martes, 23 de diciembre de 2014

Y salvar el mundo sin salir de casa.

Tarde de diciembre. Y te veo en mi sofá. Y nunca antes me había parecido tan cómodo, mientras tu pecho hace de mi almohada.
 Y nunca antes ese viejo sofá granate ha sido tan bonito.
Y nunca antes había sido tan difícil levantarse de ahí.
Y te juro que no me hubiese importado quedarme ahí un ratito y medio, o una vida entera.

lunes, 22 de diciembre de 2014

No hay valiente que no tiemble.

Tarde de diciembre. Tú y yo salvando el mundo sin salir de casa. Y es que a ver cómo coño te explico que quiero aprenderme de memoria la forma de tu cara, para poder verte cada noche que paso lejos de ti. Que quiero tatuarme el tacto de tu piel en las yemas de mis dedos, para poder tocarte aunque no te tenga cerca. Que quiero grabarme a fuego la imagen de mi reflejo en tus ojos, para todos aquellos días en los que piense que mi cara no tiene arreglo. Que quiero comerte, beberte, absorberte, para que siempre formes parte de mí. Que quiero respirarte, hasta que tu olor sea lo único que llene mis pulmones.

domingo, 14 de septiembre de 2014

La triste historia de tu cuerpo sobre el mío

Me asalta la duda de cual es el motivo por el cual estoy escribiendo esto, no sé si está mal o bien y no es muy probable que vayas a leer estas líneas; pero por desgracia, no soy una de esas personas que se quedan con alguna palabra sin decir, ya sea por miedo o por no saber cómo expresarse, y hay ciertas cosas que quiero que sepas.
Sé que carezco del valor y de la fortaleza para decirte esto mientras te tengo enfrente y tus ojos me desnudan una vez más. Simplemente, sé que no puedo, y es muchísimo mas fácil esconderse tras un papel.

Lo primero, ni te odio, ni te guardo rencor después de todo. Raro por mi parte, ¿verdad? Más conociéndome y sabiendo lo rencorosa que soy. No quieras saber por qué, porque no lo sé. Entiendo que te cueste creerlo, pues no lo creo ni yo misma.

Lo segundo, y me atrevería a decir que lo más importante es que te quiero. Te quiero los domingos por la noche y los lunes por la mañana. Te quiero tanto que hasta duele. Y no sé, supongo que es por ese mismo motivo por el cual he decidido que ya no haya más oportunidades, que esta historia no tenga mas segundas partes. Porque los dos sabemos que, tanto a largo como a corto plazo es mejor así. Y sé también que eso te hace dudar de mi sinceridad cuando te digo eso, que te quiero. Pero sólo quería hacerte saber que te estoy haciendo un favor, es más; nos estoy haciendo un favor a los dos, y ojalá algún día estés de acuerdo conmigo en esto.

Lo que tú y yo tuvimos ha sido algo complicadísimo - a veces demasiado y todo- y por ese motivo precisamente sé que ha sido algo tan mágico. No puedo sino sentirme agradecida por haberme dado algo único, algo que nadie más me va a dar, y que espero que no lo puedas volver a compartir con nadie más. Porque espero que no encuentres nunca a nadie como yo. Y si lo haces, no vuelvas a cometer el mismo error de enamorarte de ella. Búscate alguien mejor, que te entienda, te complemente y te trate de acuerdo a como tú eres, algo que alguien como yo no podrá hacer jamás.


¿Sabes? Soy fiel defensora de la teoría de que tú y yo siempre tuvimos los días contados, aunque eso sí, nunca pensé que esos días pudieran llegar a ser tantos.  Era inevitable, destinados a caer, caímos del mismo modo que caen las cosas naturales. Tú y yo, agua y aceite. Tú y yo y nuestra forma de no encontrar la forma de hacerlo de otra forma.

Te quiero, ahora que te he perdido, lo sé. O al igual la que se ha perdido he sido yo, o quizá es que nunca llegamos a encontrarnos.

Ahora toca inventarse otro camino, sólo espero que cuando de vez en cuando mires atrás, y yo decida salir de paseo por tu memoria sonrías al recordarme, aquella noche en que las estrellas brillaron más que nunca.

Te quiere, Lorena.